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viernes, 6 de julio de 2012

La TDT, el mercado y las decisiones políticas


En poco tiempo nos hemos acostumbrado a disfrutar de una oferta televisiva gratuita de una amplitud y variedad que hace bien poco eran inimaginables. Parece que la TDT nos haya acompañado durante toda la vida y, sin embargo, es un proyecto joven de poco más de dos años, pues fue el 3 de abril de 2010 cuando se completó el proceso de transición de la tecnología analógica a la digital.
Hoy vemos los canales de la TDT con total naturalidad y, sin embargo, esa tecnología a cuyo despliegue se dedicaron importantes recursos públicos, en un proceso plenamente exitoso que convirtió a España en una referencia internacional, parece estar en cuestión. Poner en claro algunos conceptos básicos puede ayudar a centrar el debate, aislándonos del ruido que están generando los intereses creados.
En primer lugar, hay que recordar que la televisión digital terrestre, de la que hoy disfruta prácticamente el cien por cien de la población española, es un enorme logro. Un logro fruto de una importante inversión pública y del trabajo de varios años en los que las Administraciones, la industria de las telecomunicaciones y los radiodifusores sumaron fuerzas de manera ejemplar. Fruto de esta apuesta, tenemos hoy un sector que es uno de los pocos verdaderamente competitivos, punteros en tecnología y con capacidad exportadora de España, y que sostiene 46.000 empleos.
La TDT es además la mejor garantía para la pervivencia y el desarrollo de la televisión entendida como servicio público, de acceso universal y sin cuotas de pago. Este modelo contribuye al pluralismo y al desarrollo del debate político y cultural, sana necesidad en cualquier sociedad democrática.
Sucede también que la TDT y su hoja de ruta definida en el seno de la Digital Video Broadcasting (DVB, organismo internacional responsable de establecer los procedimientos de estandarización de esta tecnología) es la tecnología más eficaz hoy en día para el fin que se persigue, que no es otro que difundir contenidos audiovisuales con óptima calidad de imagen y sonido. Una tecnología que, además (y al contrario de otras como puede ser la distribución por satélite), se adapta perfectamente a la estructura territorial de España, al permitir desconexiones y canales de ámbito autonómico.
Si hoy se está hablando de dividendo digital es gracias a la inversión y el acierto, entre otros, de la industria internacional de la televisión, organizada en el DVB, que ha sido capaz de desarrollar estándares de modulación que han logrado una mejora de la eficiencia en el uso del espectro radioeléctrico. Esa inversión es lo que hace posible que en estos momentos se pueda dedicar una parte de ese espectro al despliegue de servicios avanzados de internet en movilidad (LTE).
Actualmente, las amenazas para la TDT no proceden ni de la competencia que le puedan plantear otras plataformas ni de la evolución previsible de la tecnología. Proceden de eventuales decisiones políticas que puedan no respetar el principio de neutralidad tecnológica, pues corresponde al Estado la gestión del bien público que constituye el espectro radioeléctrico. Porque sin espacio suficiente en este espectro, la TDT no podrá evolucionar.
En nuestro país, los operadores de TDT se reparten actualmente 10 múltiplex de los 11 planificados. Desde hace unos meses estamos asistiendo a una suerte de regateo sobre esta planificación en el que el Gobierno parece empeñado en reducir ese espacio del que cada uno dispone para desplegar sus ofertas de canales.
Tal vez haya margen para cierta reordenación, con la posibilidad de reducir los actuales 11 a 9 múltiplex. Pero debemos pensar que no se trata solo de garantizar la amplitud y variedad de la oferta, sino que también es necesario que los operadores, y sobre todo los operadores públicos, dispongan de canales que puedan servir como plataformas de pruebas para el desarrollo de las posibilidades tecnológicas de lo que será la TDT del futuro. Esta incluirá servicios totalmente compatibles con la difusión, entre ellos emisiones en ultra alta definición, acceso directo a internet en banda ancha desde el televisor y televisión en movilidad.
Países de nuestro entorno, como Francia, Reino Unido o Italia (que no son sospechosos de promover tecnologías obsoletas ni que soporten servicios condicionados en los que el objetivo central no es el ciudadano y sus necesidades actuales y futuras), no tienen dudas, y están apostando fuerte por este modelo de la TDT. Francia acaba de poner a disposición de los radiodifusores dos nuevos múltiplex que se van a destinar al desarrollo de la alta definición, y Reino Unido ha anunciado que va a incrementar el espacio dedicado a la televisión digital terrestre, incluyendo uno dedicado a la HD en DVB-T2.
En un régimen de libre competencia, cabe esperar que sea el mercado, la ley de la oferta y la demanda, y no las decisiones políticas, las que marquen el futuro de las diferentes opciones que se ofrecen al usuario.
José Luis Fernández Carnero   www.tiendaradiodiez.com

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