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miércoles, 6 de junio de 2012

Las TDT locales por Pablo Molina

Os dejo un articulo de este señor que creo que es muy interesante.

A los políticos les fascina disponer de una televisión que cante diariamente sus glorias y ofrezca a los ciudadanos (y votantes) una imagen fiel de sus constantes desvelos por el mejoramiento social de los más débiles. Un ejemplo muy descriptivo de la manera en que la casta entiende el concepto de servicio público que atribuye a su televisión oficial, es lo ocurrido con las licencias de TDT local que el gobierno de Zapatero instauró para que los españoles accediéramos de una vez a la "sociedad de la información".
La alocada distribución de demarcaciones para otorgar licencias de televisión local diseñada por el gobierno de ZP, con la aprobación entusiasta de todas las comunidades autónomas, provocó la divertida paradoja de ver a varios ayuntamientos de distinto signo político teniendo que ponerse de acuerdo para explotar una televisión comarcal.
En un caso concreto, y por circunstancias que no vienen al caso, éste que suscribe tuvo la ocasión de asistir en directo a una negociación sobre este asunto en la que estaban involucrados varios ayuntamientos, a los que les había caído en la tómbola administrativa una concesión de TDT local que estaban obligados a gestionar en común.
Aquello fue un desastre, porque todos los alcaldes exigían, como premisa irrenunciable, dos minutos diarios en el informativo comarcal, lo que obligaba a disponer de varios equipos autónomos, con técnicos y redactores, para recoger las andanzas cotidianas de los munícipes y poder editar todo el material a tiempo del informativo de la sobremesa.
Cuando el responsable del futuro "ente" comarcal sacó la calculadora, el presupuesto inicial se había disparado por un factor de diez, algo inasumible dada la penuria de las arcas municipales que ya empezaban en aquellas fechas a sufrir los rigores del desplome urbanístico. Al final todo se resolvió subarrendando la concesión a un empresario local para que gestionara la ruina, a cambio de patrocinios publicitarios oficiales en función de cuya cuantía quedaría establecido el espacio que cada alcalde ocuparía en la programación. Por cierto, los ayuntamientos referidos pertenecían (y pertenecen) todos al Partido Popular, así que calculen el carajal que se habría formado en caso de que alguno de ellos hubiera estado presidido por un alcalde socialista.
El servicio público de las televisiones oficiales, según lo entiende la casta, es que el día que se declare la Tercera Guerra Mundial el informativo local ha de iniciarse con las imágenes del alcalde y el consejero del ramo inaugurando la remodelación de los mingitorios en el local del pueblo dedicado a la tercera edad. Con eso y el equivalente de Calagurritanos por el Mundo, más el inevitable espacio de cocina donde la tía Sinforosa nos muestra la elaboración de los mantecados como Dios manda, la programación queda completa para satisfacción de los administrados que, faltaría más, tienen todo el derecho del mundo a disponer de una televisión preocupada por las cosas del terruño gracias a sus políticos.
Son unos cracks. Imposible competir con ellos.

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